domingo, 10 de marzo de 2019

A la orden de usía, mi coronel



Se está poniendo pesado desde las páginas de ABC el plumilla Burgos en su deseo de anteponer “real” a todo lo que se mueve, o sea, Real Ejército de Tierra, Real Ejército del Aire, Real Armada de España, etcétera. Lo que sí parece real, como escribía servidor de ustedes ayer sábado, es que  a la fragata “Navarra”, sí, hombre, aquella que fue de apoyo a la guerra de Perejil en defensa de un abrupto peñón, le chorizaron en 2012 nada menos que 12.000 kilos de plomo del lastre en la base naval de Rota para venderlo, no sé si con nocturnidad y alevosía, a una recuperadora de chatarras de Cádiz. Pero no pasa nada. Aquí nunca pasa nada. Fue una “chiquillada”  de dos sargentos, tres cabos primeros,  dos cabos de segunda y cinco marineros, que necesitaban cash-flow para poder sobrellevar el mareo de la vida. Por mí pueden anteponer “real” al nombre del equipo de fútbol de Solanillos del Extremo que, para el que no lo sepa, está en La Alcarria, próximo a las Tetas de Viana; al Casino de Calatayud, que otrora fuese casa-palacio de José María de L’Hotelleríe de Fallois Fernández de Heredia y de los Grandes Expresos Europeos; a la sala de espectáculos El Plata, de Zaragoza; al Goiko Grill de la madrileña glorieta de Bilbao; al Teatro Latorre, de Toro; y al colegio público Los Negrales, de Alpedrete, que hasta la fecha no tienen oficializados ese tratamiento. La cuestión es que se quede tranquilo el coronel del Ejército del Aire, Julio Serrano Carranza. Con los coroneles, que mandan regimientos, hay que estar siempre a bien, no nos vaya a suceder como en Grecia. Burgos comenta en su artículo que “parece a veces que nos da vergüenza oficialmente ser lo que somos, y, por ejemplo, en los documentos oficiales, sólo el carné de conducir proclama que esto es el ‘Reino de España’. En todos los demás, del pasaporte al DNI, ‘España’ a secas".  Pues nada, me quedo más tranquilo, ya sabemos lo que somos: integrantes de “una unidad de destino en lo universal”. (Escuchado por un pariente mío, que acabó sus días comido por la piojera en una buhardilla de la plaza de Cascorro, en el Teatro de la Comedia, de Madrid, el 29 de octubre de 1933).