Este confinamiento en el domicilio
obligado por unas circunstancias de fuerza mayor puede servir para dos cosas:
leer y reflexionar. Javier Sierra,
en una entrevista deRamón J. Campo en Heraldo de Aragón, ha
señalado algo que parece fundamental: “Hay que decir si el planeta invierte en
futbolistas o en investigadores”. Sierra, experto en temas esotéricos, es
consciente de que aquí el verdadero “extraterrestre” es el virus Covid-19, que nadie sabe cómo, por dónde
ha venido y con qué armas podemos defendernos de su ataque demoledor. Entre
tanta preocupación ciudadana por el temor a una enfermedad que desconocemos,
los anunciados despidos empresariales por falta de trabajo, los cierres de
fronteras, la aplicación por parte del Gobierno de artículo116 de la Constitución sobre el estado de
alarma, el fantasma de la crisis económica que se avecina, etcétera, sale a
flote la presunta fortuna de Juan Carlos
de Borbón y un comunicado de la Casa Real donde viene a decir, en rápido
resumen, que Felipa VI renuncia a la
herencia de su padre [que no podrá renunciar hasta su muerte] que pudiera
corresponderle y le retira la asignación que hasta ahora recibía de los
Presupuestos Generales del Estado. Según The
Telegraph, el actual jefe del Estado “es el segundo beneficiario de una
fundación 'offshore' donde se
ingresó una supuesta donación de 65 millones de euros de Arabia Saudí a su
padre. Esa cantidad se habría depositado en una cuenta
abierta en el banco privado Mirabaud,
a nombre de la Fundación Lucum”. El
escenario en España no puede ser más catastrófico. En El Quijote, Cervantes
pone en boca de Sancho: “Y lo que sería mejor y más acertado… fuera
el volvernos a nuestro lugar… dejando de andar de ceca en meca y de zoca en
colodra, como dicen”. A mi entender, fue un error la Segunda Restauración, o la Reinstauración
(como dicen los monárquicos de nuevo cuño), amparada en la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado de 26 de julio de 1947 (tras
el plebiscito de 6 de julio) donde se proclamaba a España como un “Estado católico, social y representativo,
que, de acuerdo con su tradición, se declara constituido en Reino", donde se
sancionabala Jefatura
del Estado en
la persona de
FranciscoFrancoy se aseguraba la continuidad
del régimen de un cruel dictador al establecer
unos mecanismos de
sucesión, y al ser el
mismo Franco quien
había de designar
al sucesor de la peor forma
imaginable; es decir, a dedo. Ello equivalía a que “cambiaba todo” para
que no cambiase nada, como en la novela de Giuseppe
Tomasi di Lampedusa“El gatopardo”.
Aquel plebiscito fue un chiste de mal gusto que encrespó a don Juan.Debería, a mi
entender, haberse consultado a los españoles sobre qué forma de Estado
preferían antes de hacer la Constitución de 1978. No fue así (en una entrevista,
Suárez contó por qué no se llevó a
cabo) y aquellas aguas trajeron estos lodos. Hubiésemos evitado, por ejemplo,
la vergüenza ajena que produce en los españoles la lectura de The Telegraph. Los cortafuegos, practicados
tarde y mal, no suelen evitar la quema del bosque.
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