Hay películas sin apenas argumento pero que recuerdo
con especial cariño. Me sucedió con “En
construcción”, de José Luis Guerín,
donde se pueden ver pequeñas vivencias el proceso de construcción de un bloque
de viviendas en Barcelona; o en “El sol
del membrillo”, de Víctor Erice,
donde Antonio López pinta un
membrillero de su jardín antes de que sus frutos comiencen a caerse al suelo.
Pues bien, ayer ya me disponía ir a la cama cuando en la segunda cadena de TVE
comenzaba una película. Se trataba de “El
árbol magnético”, dirigida por Isabel
Ayguavives. Una gran familia se reúne para despedirse de la casa en venta.
Cerca hay un árbol con extrañas propiedades. Desde la mañana hasta la noche
permanecen todos los personajes en el jardín, comiendo, bebiendo y recordando
otros tiempos. Pero hay, entre ellos, dos personajes que llaman mi atención: Marianela, de extraordinaria dulzura, y
la abuela, que mantiene una dignidad impresionante. En un momento dado,
Marianela le cuenta a su primo Bruno,
que arreglando el marco de un retrato de su abuela descubre en su interior la
foto de un señor de aspecto elegante que no era su abuelo. Un secreto que sólo
conoce la anciana señora y que morirá con ella. La película está preñada de
giros idiomáticos, en este caso chilenos, que me dificultaron poder seguir los
diálogos con precisión. Es, en fin, es una película llena de decepciones
familiares en el aparente bullicio donde parece que el espectador formase parte
de la familia. El espectador, digo, se convierte en un pariente más que asiste
como convidado de piedra a un espectáculo curioso, donde, en realidad, no
ocurre nada que le produzca sobresalto. Cuando todos se marchan al día siguiente
parece como si el espectador también partiese con ellos camino de no se sabe
dónde. Eso es lo de menos. Y en la retina me quedó, ya al irme a acostar, la
figura de Marianela y su belleza de querubín. Por asociación de ideas recordé “Muerte en Venecia”, la refinada
película de Visconti basada en la
novela corta de Thomas Mann,donde Gustav
von Aschenbach se queda fascinado con en la imagen del pubescente Tadzio, en el que pureza y belleza se
complementan. Nada importa que las escenas se produzcan en el Gran Hotel Lido o en un paraje casi inhóspito
de Chile. En la obra dirigida por Isabel Ayguavives hay pureza y beldad exentas
de muerte. Por cierto, hoy 16 de abril Manuela
Martelli, cumple 36 años. Tiene una gran carrera de actriz por delante. La
felicito.
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