Los datos son que en Zaragoza existen 4.100
bares, 880 restaurantes, 470 cafeterías y 220 alojamientos y hoteles,yque todos ellos pretenden pedir
veladores en aceras y azoteas. Comprendo que el Ayuntamiento saca pingües
beneficios con cada mesa instalada, pero algo habrá que hacer para
conteneresos impulsos, tanto de
empresarios de Hostelería con sus ingresos menguados como de aquellos que
tienen mono de bar. La pandemia de coronavirus es muy seria.En Zaragoza a día de hoy se producen87 nuevos contagios y 14 fallecidos más. La
suma de 700 muertos desde febrero pasado indica que hay que reflexionar,
ponerse la mascarilla si se tiene, que esa es otra, y sujetar el manillar de
esta biciclostia con las dos manos. Aquí no hay moderado optimismo que valga.
Aumenta la pobreza y cada día que pasa se acrecienta, también, la necesidad de
pedir ayudas sociales, al tiempo que se demanda un catalejo para intuir una luz
al final de este túnel de La Engaña, que queda lejos. No vale con comer detergente
ni inyectar desinfectante. Tampoco serenan los aplausos a los sanitarios desde
los balcones a las ocho de la tarde, ni las llamadas telefónicas del Rey a los
agricultores preocupados por no saber cómo poder esquilar sus ovejas. Los
empresarios sueñan con las aperturas de sus comercios; y los hosteleros,
conla llegada de turistas. Los niños ya
no saben cómo huele el sol, los ancianos se esconden en las residencias
apestadas como si estuviesen en las bodegas del “Alfonso Pérez” atracado en los muelles de Maliaño, y la clase
media observa impotente cómo todo se va al carajo por culpa de un Gobierno de
aficionados. En un lugar del Orbe donde al ciudadano se le pueden contar todos
los huesos, donde el jefe del Estado, aburrido en su encierro por culpa del
coronavirus como si fuese el prisionero de Zenda,trata de mitigar su desdicha sobrevenida
conectándose con todo tipo de gremios de forma virtual, y donde el presidente
del Gobierno cree ser la reencarnación vivientede san Alfonso María de Ligorio
tras cada Consejo de Ministros, mal vamos. Tan mal que, peor, imposible.
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