domingo, 24 de mayo de 2020

Contar a medias

Mi amigo Roberto Pérez cuenta en el diario ABC que el exalcalde de Zaragoza Pedro Santisteve está pasando el confinamiento por el coronavirus en un pueblo de Zaragoza llamado Cabolafuente, que sólo cuenta con 34 habitantes y una densidad de población de 1 habitante por kilómetro cuadrado.  Lo que no señala el periodista es que el confinamiento le pilló a Santisteve cuando estaba pasando unos días de descanso en esa aldea de la comarca de Calatayud. Con tal densidad de población veo difícil que Santisteve pudiese contagiar a alguien. En Cabolafuente existen más de cien bodegas aunque la mitad de ellas no están operativas y un salón de actos propiedad de Obispado de Tarazona y cedido a los vecinos a condición de que en invierno puedan celebrarse misas en evitación de que los ancianos tengan que desplazarse hasta la parroquia, mucho más fría. Una puerta corredera del salón cedido permite cambiar el retrato de Felipe VI por la imagen de un cristo crucificado cada vez que hay oficios religiosos. Ese salón de actos está dedicado a Juan Polo y Catalina, cabolafuentero de nación, presidente de las Cortes de Cádiz y uno de los firmantes de la Constitución de 1812. ¿Cabe mayor confinamiento que el de Santisteve? No sé, tal vez la isla de Perejil, que en 2002 nos causó un conflicto con Marruecos, o la isla de Cabrera, que está llena de esqueletos de franceses. Cierto es que Santisteve hizo una excepcional salida de Cabolafuente con destino a Zaragoza motivado por su deber de asistencia a un pleno municipal. Pero lo que no cuenta el diario de Vocento es que el exalcalde estaba provisto del correspondiente permiso de las autoridades en el que se justificaba ese desplazamiento por motivos de trabajo. Después del pleno regresó a su confinamiento de Cabolafuente. En consecuencia, no parece que exista nada reprochable en su conducta.

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