El coronavirus está haciendo estragos. El pasado 20
de marzo fallecía Carlos Falcó,
importante enólogo; antes de ayer, Enrique
Múgica Herzog; y esta pasada madrugada, Carlos Seco Serrano. Los tres eran octogenarios y personas muy
conocidas. De Carlos Seco conservo un libro muy interesante. Se trata de una
recopilación de artículos publicados cada domingo y durante tres años en las
páginas de ABC. Se trata de “Viñetas históricas”, con introducción
de Javier Tusell (Espasa-Calpe, Madrid,
1983). Seco fue un historiador que compartió contacto con dos grandes
profesores en la Complutense: Jesús
Pabón y Ciriaco Pérez Bustamante.
El libro es ameno aunque riguroso y está lleno de anécdotas. Como señala
Tusell, Seco decía que “existe en el buen historiador una ‘simpatía universal’
que le hace llegar a entender sucesos y personas ampliando su propio horizonte
vital y, al mismo tiempo, demostrando el papel que unos y otros tienen en el
acontecer histórico. Para Tusell, “una crítica bastante habitual a la forma de
entender la Historia por parte de la historiografía del siglo XIX sería lo que E.H. Carr denominó como la ‘teoría de la historia de la nariz de
Cleopatra’, tesissegún la cual los
acontecimientos habitualmente considerados como más trascendentes en la
Historia son producto de anécdotas nimias vinculadas a la vida de los grandes
personajes”. El toledano Carlos Seco se quedó huérfano de padre en agosto de
1936, al permanecer leal al general Manuel Romerales, también fusilado el
28 de agosto en Melilla, en el acuartelamiento de Rostrogordo. Romerales había
estudiado de joven en los agustinos de El Escorial, donde también lo hizo Manuel Azaña, dejando constancia de
ello en “El jardín de los frailes”. Ambos
se conocían desde entonces. Además de ello, Romerales salvó la vida a Azaña al
descubrirse un complot contra él en 1932, según se desprende de un sumario de la Causa
General, fechado en la cárcel de El Pardo el 28 de enero de 1938 contra Paulino
Sánchez Moreno, publicista de 56 años que se encontraba detenido en
esta cárcel acusado de ser desafecto a la República. Para demostrar al juez militar
que le interrogaba que era partidario de esa nueva forma de Estado, Paulino
decidió contarle que, gracias a él, en 1932 evitó un atentado contra Manuel
Azaña cuando éste era presidente del Consejo de Ministros y ministro de la
Guerra. En su declaración relata Paulinoque en ese año informó
a su amigo, el general ManuelRomerales, de que había escuchado
una conversación ‘aterradora’ en un café de Madrid en la que unos individuos
estarían preparando en ese café un atentado contra Azaña. Romerales,
inmediatamente se puso en contacto con Hernández
Saravia, jefe del gabinete militar de Azaña quién le instó a seguir
haciendo averiguaciones para concretar el asunto. Le encomendaron, por lo
tanto, a Paulino que siguiera indagando en días sucesivos en este café. Quince
días después Paulino entregó dos cuartillas de papel a Romerales con
información detallada del posible atentado que supuso la detención de al menos
cuatro personas,recibiendo un agradecimiento
oficial. Azaña tuvo otro atentado. Sucedió en abril de 1935. Un miércoles por
la tarde, la calma que se respiraba en la Dirección
General de Seguridadse rompió por completo después de
la visita de un viejo legionario, Carmelo Ruano, quería hablar
inmediatamente con alguno de los responsables de la Policía madrileña para
darle a conocer una información que podría cambiar el rumbo de España. El
agente Ramón Gargueno le tomó
declaración en la Oficina de Información y Enlace, en el segundo piso de la
DGS, en la Puerta del Sol.
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