Parece ser que los gorriones están desapareciendo de
las ciudades. Marco y Peter Basas, en su excelente libro “Madrid oculto” hacen referencia a un
gorrión que un día decidió visitar el madrileño Café de Oriente, situado en la plaza del mismo nombre. Cuentan los
autores del libro que “a finales de 1990 apareció por ese café un extraño
personaje que nunca pedía nada y que cuando se marchaban los clientes, se comía
los restos que dejaban en los platos. Además de ello, cuando le parecía, se
ponía a cantar, bebía agua del grifo de la barra y, por si todo ello fuese poco, se
solía quedar a dormir dentro del local”. Añaden los autores del libro: “Afortunadamente
ese cliente no era un desvergonzado vagabundo, sino un simpático gorrión que
conquistó los corazones tanto de los comensales como del personal que allí
trabajaba, conviviendo con ellos durante tres años. El pajarillo, por las
mañanas, acostumbraba a posarse fuera del local en una de las farolas en forma
de bola que cuelgan en la fachada. Esperaba pacientemente a que alguien entrase
y, aprovechando la apertura de las dobles puertas del local, entraba volando”.
Pero aquel cuento terminó un día. El gorrión no volvió a aparecer. Y los
dueños, apenados, colocaron en la pared del establecimiento una foto enmarcada
y un recuadro de prensa que hacía referencia a ese extraño cliente. Todavía hoy
puede verse ese retrato en un saloncito a la derecha, al final de la barra.
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