domingo, 24 de mayo de 2020

Nuestra verbena de los balcones

Nosotros, los españoles, escuchamos con harta frecuencia aquello de “le engañaron como a un chino”. Pues bien, eso dirán los chinos, seguramente, de los españoles después de conocer los 640.000 test rápidos defectuosos contra el coronavirus comprados por Sánchez a China por medio de un intermediario y sin licencia cuyo nombre no ha sido facilitado, según reconoció el director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias Fernando Simón. El ministro Illa, que sabe más de Filosofía que de Sanidad Pública y que debe ser cliente habitual de los comercios de “todo a 100” soltó hilo a la cometa de los desatinos declarando que se trataba de un “proveedor habitual” que contaba con todos los permisos para actuar en la UE. Entre todos la mataron y ella sola se murió. Ese es un refrán que se emplea (según leo en el Centro Virtual Cervantes) “cuando nadie desea asumir la parte que le corresponde de responsabilidad de algún suceso infausto, en cuyo resultado han contribuido varios factores”. Pues bien, “la expresión le engañaron como a un chino hace referencia (Chenta Tsai Tseng , El País, 17.04.2019) a los culíes chinos, unos trabajadores no cualificados explotados por las élites occidentalizadas peruanas vinculadas al colonialismo. Fueron los sustitutos de los esclavos negros después de que el país aboliese su tráfico en 1854. Como consecuencia de esto, apareció una trata a gran escala de personas asiáticas, principalmente indias y chinas, llevada a cabo por los británicos para que trabajasen en la extracción del guano. A algunos los secuestraron para después venderlos”. Los españoles encerrados en casa, no por mor de la afición sino por orden del Gobierno, además de los aplausos a los sufridos sanitarios a las ocho de la tarde, deberíamos cantarle a coro a Sánchez: “¿Dónde vas con batín de franela?, / ¿dónde vas masticando ciché? / A ducharme y seguir la condena, / y a meterme en la cama después, / porque voy a gastarme en botica / lo que me has hecho tú padecer…”. Digámoslo claro: un Gobierno donde el ministro de Sanidad es un filósofo, donde la ministra de Hacienda es una médico, donde otros ministerios se han troceado en porciones como los quesitos de "La vache qui rit" y donde se han creado cuatro vicepresidencias, algunas de ellas innecesarias, los Consejos de Ministros de cada martes deben de ser lo más parecido al camarote de los Hermanos Marx: "La parte contratante de la primera parte..., etcétera". No sé si me explico. No sé si me entienden.

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