Es cierto que se están perdiendo muchos comercios
tradicionales y que donde antes había una sombrerería, o un café de puerta
giratoria y mesas de hierro colado y mármol, las mejores para jugar al dominó, se
hayan convertido unas veces en locales cerrados y otras, en franquicias. Así, Antonio Burgos, en ABC, siente nostalgia de “La
Florentina”, una heladería de la sevillana calle de Zaragoza que acaba de
cerrar la persiana; y Manuel Bohórquez,
en El Correo de Andalucía, se lamenta
del cierre de uno de los tablados más famosos de Madrid, “Casa Patas”, en la calle de los Cañizares. En ese sentido, comenta
hoy Bohórquez que “Madrid, además, es una ciudad con una gran tradición de
tablaos o tabancos desde el siglo XIX, cuando Silverio, Juan Breva, el
Canario de Álora y Paco el Gandul cantaban en La Bolsa o El Imparcial, dos cafés señeros que hicieron historia. La gente
dejó de ir a la ópera para disfrutar del flamenco, un arte andaluz que,
curiosamente, era vilipendiado por la prensa, hasta el punto de que acabaron
cerrando los cafés porque había reyertas y jaleos casi todas las noches y la
gente bien presionó lo suyo. Ir a Madrid y no meterse en un tablao es como ir a
Chicago y no entrar en un club de jazz”. Hay antecedentes. Ya pasó con “Los Canasteros”, en la madrileña calle
de Barbieri, donde rasgaba la guitarra Melchor
de Marchena, tocaba el piano Arturo
Pavón y cantaba con voz cascada Manolo
Caracol su “Romance de Juan de Osuna”
y “La salvaora”. Los gustos, pese a
lo que diga Bohórquez, cambian. Ya nadie escribe novelas, como hizo Cela con “La colmena” en el Café Europeo, en la Glorieta de Bilbao esquina a Carranza; o artículos
de prensa, como hacía González Ruano en
Teide, en la esquina de Recoletos con
Bárbara de Braganza. No sé por qué, los cafés que inspiraron a los escritores
siempre daban a dos calles; aunque, como sucedía con Teide, estuviese ubicado en un semisótano. En fin, como decía, se
imponen las franquicias. Será por eso que yo, cuando me acerco por Madrid para
hacer unmandado, siempre tomo café en
un “Starbucks” de la calle Fuencarral,
justo enfrente del inicio de la calle Augusto Figueroa, donde hace 84 años tirotearon
con resultado de muerte al teniente José
del Castillo pocos días antes de que se armase la marimorena.
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