Cuenta Manuel Bohórquez hoy una anécdota muy graciosa
en El Correo de Andalucía. Por todos
los aficionados a la fiesta brava es conocido que Joselito y Belmonte se
tenían una inquina especial y que los aficionados estaban divididos en dos
bandos. Pues bien, resulta que en una de aquellas corridas que a Belmonte le
salieron sembradas, sus seguidores le sacaron a hombros de la Plaza de la Real
Maestranza, recorrieron todo el Paseo de Colón y cruzaron el Puente de Triana
entre vítores, aplausos y una gran bulla hasta llegar a las puertas de la
iglesia de Santa Ana. Se empeñaron en pedirle al cura que les prestase un paso
para “procesionarlo” por todas las calles. El cura aquel se echó las manos a
la cabeza, intentó serenarles y le manifestó a aquellos aficionados que eso que pedían era imposible, casi un
sacrilegio, y que él no podía prestarse a ese papel. De nada sirvió la
insistencia de aquellos sevillanos. Hasta que en un momento dado, el cura,
intentando calmarles, les dijo: ¡“Eso no puede ser. Si al menos fuese Joselito…!”.
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