domingo, 24 de mayo de 2020

Teatro de sombras

Las sombras chinescas son el precedente del teatro de sombras.  Es cuestión de poner las manos sobre un proyector y ver reflejada en la pared imágenes diversas. Y “Negra sombra” también es un poema de Rosalía de Castro: “Cando penso que te fuches, / negra sombra que me asombras, / ó pe dos meus cabezales / tornas facéndome mofa”. Estamos apañados. Cada día que pasa aumenta el número de fallecidos por el coronavirus, el número de sanitarios infectados por hacer con dignidad su heroico trabajo y los aplausos en las ventanas durante el ya largo confinamiento. Puede que salgamos de ésta, pero será con otra mirada. Nos esperan en los Pirineos los Hombres de Negro, aquellos que esquivó  Rajoy camuflándose de Mortadelo, con el maletín bajo el brazo y dispuestos a hacer recortes a troche y moche. En esta larga batalla, donde la clase media se está disipando a la manera en la que desapareció don Beltrán en la polvareda (según se describe en el Romance de Roncesvalles), en esta larga batalla, digo, siempre pierden los pobres. Volverá a tomar cuerpo la sombra de los fondos-buitre, ahora observado el triste panorama desde los oteros, aprovechando la debilidad económica española para adquirir activos a precio de ganga; y aparecerá por el oscuro callejón la lobreguez de la Vieja Dama, la misma que limpiaba sus balances comprando carteras de inmuebles, e inventará nuevas comisiones a los clientes por mantenimientos de cuentas, por deudas anotadas y por sabe Dios qué; y saldrán a flote de esta charca infectada de gusarapos innumerables vendedores de humo apoyados en  su verborrea a vendernos una parcela en Chernóbil, en Júpiter o en el desierto de Atacama a precio de chollo. Rosalía de Castro -yo he estado en la Casa da Matanza, he visto la cama en la que murió en 1885 y las camelias de su jardín- pidió poco antes de morir que le abriesen la ventana, quería ver el mar. Pero el mar no se ve en Padrón y Rosalía no pudo ver el mar ni tampoco la barca de Caronte, aquel barquero hijo de Éfebo y Nix que transportaba las almas de los muertos a través de la laguna Estigia hasta el reino de Hades.

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