Mientras en España se amontonan los muertos, en el en
Congreso se tiran los trastos a la cabeza el vicepresidente Iglesias y la diputada Álvarez de Toledo. Sacar los trapos sucios
del FRAP (creado en 1973 y desaparecido en 1978) con la que está cayendo en
este país me parece, cuanto menos, algo que está fuera de lugar. A nadie se le
debe echar en cara algo que hizo su padre, o su abuelo, porque si nos dedicamos
ahora a este tipo de “deporte” hasta podría suceder que no saliésemos ninguno
indemne. Como señala Manuel Bohórquez
hoy en El Correo de Andalucía, “suponiendo
que [su padre] militara de verdad en el FRAP, aunque no matara a nadie, es algo
que tiene que ver con el padre de Iglesias, no con él. Recordarán cuando el
señor Iglesias calificó de 'terrorista' al empresario Amancio Ortega: 'Con un 25 % de paro, Amancio Ortega tercero en el
ranking mundial de ricos. Democracia, ¿dónde?; terrorista, ¿quién?'. Esto es lo
que dijo el vicepresidente en su cuenta de Twitter
en 2012. Así que tenemos tema, algo lamentable porque no aporta absolutamente
nada a la política actual, solo crispación, mal rollo y alimento para que
crezca el odio, que ya está bastante crecido. Ahora empezarán a sacar del cajón
de la memoria a padres y abuelos de diputados con las manos manchadas de sangre
para que no baje el nivel de tensión en el país”. Lo que yo decía: “¡Y tú, más!”.
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