domingo, 24 de mayo de 2020

El viejo armario

Juan José Millás, hoy en El País, compara la Monarquía con un cajón viejo comido por las termitas que no nos atrevemos a quitar de en medio del pasillo. Y añade: “¡Qué pereza moverlo! Dejémosla estar, pues, pero Felipe VI podría ahorrarse discursos de Navidad como el del miércoles. No cuelan, Majestad: vivimos en planetas diferentes”. Sigue contando Millás que “en el mueble del pasillo, comido por la polilla, conservamos la vieja colección de discos de vinilo que en el futuro podría valer algún dinero. No sé qué guardamos dentro del armario de la Monarquía, pero algo muy oscuro o muy nuestro debe de ser cuando, pese a su historial de escándalos, no nos decidimos a llevarla al trastero. Acabarán con ella las termitas antes que un decreto”. Uf, cómo está el patio. Esta es la herencia que recibimos de Franco, del que no se podía esperar nada bueno. Lo dejó todo “atado y bien atado”, para que siguiésemos pensando en él después de muerto y después de ser cambiado de cementerio. Luis Rodríguez Ramos, en una “tribuna” del mismo diario, señala: “Que el jefe del Estado sea inmune, mientras ostente su cargo, es un atributo necesario tanto de reyes como de presidentes de república; pero que se mantenga dicha inmunidad por actos criminales ajenos a su condición pública, no parece una interpretación sostenible aplicando las reglas hermenéuticas del Código Civil”. El anterior jefe del Estado, según se desprende de los datos que obran en poder de la prensa extranjera, presuntamente haya cometido dos delitos: cohecho pasivo impropio y contra la Hacienda pública. Cosa distinta es que tales presuntos delitos  hubiesen prescrito. Lo de los propágulos tinerfeños también tiene mal arreglo. Que se lo pregunten a los vecinos de Taraconte.

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