domingo, 24 de mayo de 2020

Lo importante es entendernos

Cada región de España tiene su acento en el habla. Los del sur se comen letras, los de Zamora son cantarines a la hora de pronunciar, y los vallisoletanos se expresan al modo de ese laísmo tan presente en las novelas de Miguel Delibes. Pero una cosa es cómo se habla el idioma castellano y otra distinta cómo se escribe. Aunque, si me apuran, tampoco me importa mucho si a la hora de escribir se redacta como se habla, verbigracia: “Las mil noches de Hortensia Romero”, de Fernando Quiñones, finalista al Premio Planeta 1979, donde Legionaria relata sus experiencias eróticas; o “La Catira”, de Camilo José Cela, Premio Anagrama 2008, encargada por el gobierno Venezolano, novela escrita en lengua llanera y por la que el autor cobró dos millones de pesetas de la época, sobre el que contaba José Carlos Mainer (El País, 21-06-2008): “El libro es oportuno, está bien escrito casi siempre y también a menudo tiene brío de buen ensayo. Al final, deja en un educado claroscuro si Amelia Góngora, la hija del emigrante español Manuel de Góngora, fue la catira (la rubia) espectacular que Cela se trajo a España como trofeo erótico…”. Lo que acabo de contar viene a cuento con un artículo que escribe hoy Álvaro Romero en El Correo de Andalucía. Bajo el título “Hablo en perfecto andaluz”, Romero señala: “A cada lengua, tan tiesa con su traje de palabras en el diccionario de nadie, la vivifican sus acentos reales, de carne, hueso y espíritu de generación en generación, gentes con un deje concreto, con una íntima partitura para hacer eminentemente suya la lengua que era de todos y a la vez de nadie. Gracias a los acentos, todos tan respetables, la lengua -que es puro papel de fumar vacío- se enriquece y es lo que es: un vehículo de comunicación perfecto capaz de cantar siempre el mismo verso pero con distinta agua”.(…) “Así que cuando algún listo de fuera quiera darnos lecciones de lengua, le saldré no solo con los grandes maestros del español que ha dado esta tierra, que escribían tan bien como hablaban -desde un Alberti de la Bahía de Cádiz a un Juan Ramón de la Costa de la Luz onubense, desde una María Zambrano malagueña a un Juan Valera del sur cordobés-, sino con la eficiente forma de comunicación que han tenido todos nuestros antepasados, todos mis muertos”. Vamos, queda claro que lo importante es entendernos. Los acentos en la pronunciación o los dialectos regionales siempre enriquecen el castellano, un idioma que es de todos.

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