Javier
Gallego, en Eldiario.es,
escribe hoy un artículo, que titula “El
virus de la Corona”, donde dice lo
que no quieren explicar los periódicos cortesanos, los que entienden que Felipe VI se ha armado de valor, ha desposeído
de sueldo a su padre por su conducta poco ejemplar y ha renunciado a su
herencia, imposible de llevar a cabo
mientras su padre siga vivo. Gallego entiende, como entendemos muchos españoles,
que “durante estos días angustiosos de pandemia ha sido estruendoso el silencio
de la Casa Real”. Pero de pronto el rey aparece en escena (siete minutos en
televisión), no preocupado por los ciudadanos enfermos sino por las caceroladas
que se escuchan a diario contra la Monarquía. Por tanto, renunciar a herencias
en vida del progenitor es un brindis al sol que nadie entiende. Como bien señala Gallego, “si el rey conocía
el posible delito de su padre tenía que haber sido el primero en ir a
denunciarlo como ciudadano ejemplar y debiera haberlo hecho público. No hizo
ningunade las dos cosas sino esconderlo
hasta que le han descubierto”. Ya puestos a renunciar a herencias, podía también
Felipe VI renunciar a la Corona, heredada de su padre, que a su vez la heredó de Franco. Termina
recordando Gallego que “el hijo ha matado al padre en vísperas de san José. Pero el padre es un Saturno que puede acabar devorando a su
hijo. Cada vez quedan menos miembros en esa familia disfuncional que ya no
cumple el único requisito que justifica su existencia: dar ejemplaridad y
estabilidad”. Saturno (el titán griego Cronos)
solía ser representado como un anciano curvado por el peso de los años,
sujetando una guadaña para señalar que presidía el tiempo. Y el tiempo,
entendido como la duración de las cosas y que avanza de manera inexorable,
terminará por poner cada cosa en su sitio.
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