Resulta chocante que, ante el accidente el pasado miércoles
del profesor Manuel Martín-Bueno en
las ruinas de Bílbilis, el Gobierno de Aragón haya recalcado “que no hay ningún
problema de seguridad y que el incidente se produjo en un lugar que no está
abierto a la visita pública”, según informaba
al día siguiente El Periódico de Aragón. Y digo que
resulta chocante porque un accidente es siempre un accidente esté o no abierto
a la visita pública. Y también resulta chocante que “no se siguieron las
necesarias pautas de seguridad que en cualquier inspección de un inmueble de
estas características debe imperar”. Por fortuna, en este caso parece ser que fue un resbalón
de ese catedrático al moverse una piedra o pisar en falso. A mi entender,
confundir yacimiento arqueológico con inmueble se me antoja esperpéntico. Si se
toma inmueble como adjetivo, valga.
Es una propiedad (en este caso un terreno) que no puede ser trasladado a otro
lugar. Pero si inmueble se toma como nombre,
se hace referencia a una edificación destinada a vivienda u otro fin y que
es propiedad de alguien; y al que se aplica, salvo excepciones, el
correspondiente impuesto. Un yacimiento arqueológico, hablando en plata, es un
asentamiento en el que existe una concentración de restos de antiguos
pobladores. Y ese es el caso de Bílbilis, a
6 kilómetros
al nordeste de la ciudad de Calatayud, donde se lleva mucho tiempo excavando en
lo que queda de una importante ciudad celtíbera que comenzó
su decadencia en tiempos del emperador Marco
Ulpio Trajano, nacido en Itálica (cerca de la actual Sevilla) el año 53. En
suma, en Bílbilis “no existe un problema de seguridad para el visitante”, si
hacemos caso al Gobierno de Aragón. Nos quedamos más tranquilos. Pero ello no quiere decir que en ese lugar
no exista riesgo alguno para los arqueólogos y para los trabajadores que
practican las catas, lo diga Agamenón,
su porquero, o el sursum corda.Y eso produce abatimiento.
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