La celebración de san
Blas tiene lugar en media España y la imagen de ese santo forma parte del escudo de Dubrovnik. En
Ateca, en la provincia de Zaragoza, sacan a la calle a la Máscara,
personaje al estilo del Cipotegato de
Tarazona, al que visten de bufón, con un blusón
con los colores de la bandera de Aragón,
gorro arlequín, cascabeles en las bocamangas, sable y una tapa de olla en
la mano para protegerse, cuya pretensión consiste en subir al cerro de san Blas, donde en el trayecto le
esperan gran cantidad de vecinos que se afanan en poder robar los cascabeles,
al tiempo que le “lapidan” con lanzamiento de frutas, generalmente manzanas,
para procurar impedirle su ascensión. Una vez que la Máscara logra culminar su
hazaña, se forma un círculo de personas a su alrededor y se entona por los
presentes la canción El Puente de Alcolea,
referido a la batalla del puente de Alcolea (Córdoba) en 1868, que enfrentó a
militares sublevados contra la reina Isabel
II y que supuso su exilió a Francia y la llegada del Sexenio Democrático.
Dice la canción:
En el puente de Alcolea había un puchero roto, le pegaron un balazo y
cayó del puente abajo. Al pasar el río, al pasar el río, a mi tío Antón le
llegaba el agua, le llegaba el agua, hasta el calzón.
Todo ello sucede después de una misa en la iglesia de santa
María. Más tarde se inicia una procesión hasta la ermita situada debajo del
cerro. Allí la Máscara
recita la siguiente copla:
Glorioso San Blas bendito que naciste en Tagaste y a esta villa de
Ateca viniste a empadronarte. Unos me llaman cobarde, otros me van a matar;
pero he de subir al cerro, por delante o por detrás.
Es en ese lugar donde los vecinos esperan la llagada de la Máscara, la Máscara emprenderá la
subida hasta el cerro entre una lluvia de lanzamientos. En un momento dado, los
ayudantes de la Máscara
ordenan parar el linchamiento. Parece ser que, años atrás, en vez de manzanas lanzaban
piedras. Al terminar la subida, los presentes vuelven a entonar la canción El puente de Alcolea y la Máscara vuelve a perseguir
a todos los presentes hasta expulsarlos del cerro. Todos bajan de nuevo hasta
la ermita y entonan la última copla al santo:
Glorioso San Blas bendito, he cumplido mi misión. Ahora vamos a la
iglesia a cumplir con devoción.
Los vecinos, en procesión, regresan hasta la iglesia de
santa María y allí se despide a la
Máscara hasta el siguiente año.
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