Con el café con leche del desayuno me gusta escuchar “Estampida”, “Guateque” y “Terciopelo”
por el Club del Río. Es bueno comenzar
el día escuchado a esos magníficos músicos. Y lo cuento ahora, cuando comienza
la tarde y cuando acabo de conocer la noticia de la muerte de José Luis Pérez de Arteaga, que con
maestría comentaba los conciertos de Año Nuevo desde Viena. Un día raro el de
hoy, donde también me entero de que Rajoy
se ha ofrecido a Trump como
interlocutor de Estados Unidos en Europa y América Latina. Por Dios, ¡que
osado! Es como si servidor de ustedes se ofreciera para dar clases de alemán en
el Liceo Molière de Zaragoza.
Ocurriría como lo acontecido en la
Torre de Babel. Ni los niños aprenderían
alemán ni a mí se me quedaría nada de francés. Rajoy se ha venido arriba, como José Tomás en La
Mestranza, y lo mismo entiende de hilos de plastilina,
que del tiempo que hará mañana, que de planchar un huevo frito o freír una
corbata. Rajoy es, como dicen en léxico aragonés, “una astralica de mano”. Y para el
que no lo sepa, astralica equivale a hacha pequeña. Sirve para todo. Trump, que cuenta con dos
bases en España, en Rota y Morón, y que es un multimillonario con olfato
emprendedor, debe ser consciente de que en nuestro país se ha conseguido el más
difícil todavía, o sea, poner un impuesto al sol en beneficio de las compañías
eléctricas, esas empresas que ganan más dinero con las puertas giratorias que
con las turbinas hidráulicas. Rajoy lo que debe hacer ahora, a mi entender, es
aprender inglés, como hizo Aznar
cuando llegó en julio de 2006 de Estados Unidos hablando con acento tejano y
diciendo “estamos trabajando en ello”, sin que supiéramos nunca a qué se
refería. Tal vez Rajoy también desee “trabajar en ello” y nos líe la tercera
guerra mundial. Estos gallegos es lo que tienen.
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