Los que entendíamos que el llamado “impuesto al sol” era un
disparate nos quedamos cortos. Ahora me entero de que en Italia existe el
“impuesto a la sombra”, que es una tasa municipal que grava la sombra que los
letreros de las tiendas proyectan sobre las aceras. Una sombra que,
evidentemente, se proyecta sobre suelo público y genera a los ayuntamientos
italianos unos ingresos de ocho euros y medio por cada metro cuadrado
proyectado. Día llegará, a este paso, que nos cobrarán por respirar, por beber
agua de una fuente pública o por desgaste de las baldosas de las aceras. Bueno,
en Zaragoza cobran una pasta gansa por entrar en La Seo, cuando todos sabemos que
esa catedral se arregló con dinero público. Es otro repago, como el que se
practica a los pensionistas en las oficinas de farmacia.
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