La fiesta de la Purificación (candelaria) que celebra al Iglesia
Católica hace referencia a la presentación de Jesús en el templo y a la purificación de la virgen María. Esa purificación equivale al
final de la cuarentena de la mujer parturienta. Por esa razón, la fiesta de la Purificación se
celebra 40 días después del nacimiento del Mesías,
tal como aparece en Levítico 12.1: “La mujer cuando conciba y dé a luz varón,
será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda”.
Lev.12.3: “Y al octavo día se
circuncidará al niño”. Lev. 12.4: “Mas ella permanecerá treinta y tres
días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al
santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. Si es varón,
queda impura durante siete días y al octavo día será circuncidado el hijo.
Después, la mujer permanecerá en la condición de purificación por treinta y
tres días más. Los primeros siete días serán como la impureza en los días de su
menstruación”. A su vez, la fiesta judía procede de las Fiestas Lupercales de la Antigua
Roma, cuyo nombre deriva de lupus (el lobo que
representa al dios Fauno que tomó el
sobrenombre de Luperco) y de hircus
(macho cabrío, considerado como animal impuro). Bajo la sombra de la higuera,
llamada Ruminalis (que había tenido la cesta en cuyo interior se
encontraban Rómulo y Remo), comenzaba la fiesta con una
ceremonia oficiada por un sacerdote en la que se inmolaba una cabra. Después
ese mismo oficiante tocaba la frente de los luperci con el cuchillo
teñido con la sangre del sacrificio y después borraba la mancha con un mechón
de lana impregnada en leche de cabra. Entonces, los lupercos prorrumpían en una
carcajada ritual. A continuación se formaba una procesión con los lupercos desnudos
que llevaban unas tiras hechas con la piel de la cabra recién inmolada y con
ellas azotaban manos y espaldas de las mujeres que encontraban en el camino
dispuestas a ser parte de la ceremonia; era el ritual para la fecundidad. Se
consideraba que era un acto de
purificación, la así denominada februatio. Hay un refrán que dice: Si llueve por la Candelaria, apaga la brasa. Tradicionalmente, aunque
mucha gente lo desconoce, los nacimientos (belenes) de desmontan una vez pasada esa fiesta.
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