Existe una edición póstuma de Antonio Capmany y Montpalau, “Origen
Histórico y etimológico de las calles de Madrid”, muy interesente y recomiendo su lectura. Unas calles ya no
existen con el nombre inicialmente asignado; y otras, muchas de ellas por
cierto, desaparecieron para siempre con la apertura de la
Gran Vía. La que ha caído en mis manos es
una edición facsímil editada en Madrid en 1863. Hay que entender que Capmany,
nacido en Barcelona en 1742, había fallecido en Cádiz en 1813 siendo diputado
por Cataluña en las Cortes de Cádiz. A Capmany se le atribuye la frase de que “el
catalán es una lengua muerta, anticuada, plebeya y desconocida hasta para los
propios catalanes”. Defendió la pervivencia de los gremios en encendida
polémica contra Jovellanos y Campomanes, siempre mostró su recelo
ante las ideas que llegaban de Francia, fue un gran estudioso de la lengua
española y colaboró con Pablo de Olavide
en el proyecto de traer familias centroeuropeas para repoblar Sierra Morena. Un
personaje, en fin, discutido y discutible. Sus restos llegaron a Barcelona en
1857 y en 1871 se colocó su retrato inaugurando la Galería de Catalanes Ilustres. Pero,
curiosamente, a día de hoy se desconoce dónde están enterrados esos restos.
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