En el Origen
etimológico de las calles de Madrid, Antonio
Capmany Montpalau hace referencia a la Cuesta de los Cojos, situada en Carabanchel Bajo,
cerca del Puente de Toledo, todavía inexistente y construido en tiempos de
Felipe IV por Pedro de Ribera. (En la foto puede contemplarse una imagen de
1912). Allí se encontraba el albergue de San Lorenzo, donde acudían cada
anochecida cinco cojos de los que dos de ellos habían perdido una pierna en la Batalla de Lepanto. De los
otros tres restantes, dos habían sufrido serias amputaciones como accidente
laboral durante la construcción del Monasterio de El Escorial. El otro se había
roto una pierna al intentar subir a una de sus torres. Cuenta Capmany que se
les daba cena y cama todas las noches y
que a la mañana siguiente salían a implorar caridad por las calles aledañas. Los dos cojos de Lepanto
conocían a Miguel de Cervantes, que alguna vez acudía por allí y les socorría
en la medida de lo posible. Cervantes llegó a decir sobre ellos: “Por premio de sus fatigas les quedó el sol
y la lluvia, y la caridad, si hallaban quien la ejerciera”. Luis Cabrera de Córdoba, grefier del
bureo de la reina Margarita de Austria,
al que nombra Cervantes en Viaje del
Parnaso, describió la batalla: “Jamás
se vio batalla más confusa...”. Cabrera también ocuparía los cargos de
escribano de ración del Duque de Osuna,
siendo éste virrey de Nápoles, y cantinero de la casa real de Castilla a la
muerte de Felipe II.
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