Recuerdo que era un 1 de mayo. Tenía seis años. Había
llegado a Zaragoza en un tren con mis
padres y mi hermano mayor. Nos quedamos a dormir en la Hospedería del Pilar.
Al día siguiente nos vistieron de marineros y nos llevaron al Real Seminario de
San Carlos. Nos dio la primera comunión el entonces obispo auxiliar Lorenzo Bereciartua en una capillita
lateral donde él acostumbraba a decir misa diaria. Al darme la comunión,
entonces se ponía directamente la
Forma en la boca, el obispo metió los dedos tan hondos que me
produjo una sensación de vómito. Pero nada hubiese podido vomitar al estar en
ayunas desde la noche anterior, que entonces era condición necesaria para poder
comulgar. Como decía el catecismo de Astete:
“no se puede tomar bocado alguno desde
las doce de la noche antecedente”. Mi padre, en un acto reflejo, me puso su
mano en mi boca. Mas tarde regresamos a la Hospedería y
acompañados por el obispo desayunamos, si mal no recuerdo, un chocolate a la
taza acompañado de unas soletillas de Calatayud y algo más que ahora no
recuerdo. Poca cosa. Al obispo le entregaron mis padres un obsequio en
agradecimiento, consistente en un pequeño botafumeiro de plata. Mi madre se
indispuso y se quedó acostada en la habitación. En la Plaza de las Catedrales,
delante de donde se encontraba la
Cruz de los Caídos, habían puesto un templete y bailaban
jotas. El dos de mayo entonces era festivo. Lo estuvimos viendo desde un
balcón. Más tarde salimos por el Paseo de la Independencia por
tomar el aire. A mi madre la dejamos en su habitación, supongo que bien
asistida por unas monjas residentes. Yo no había visto nunca circular un
tranvía. Todo mi interés se centraba en que me dieran una vuelta. Por más que
insistí, no lo conseguí. En la atardecida, con mi madre más repuesta, montamos
en otro tren de regreso a casa. Al no contar con invitados al evento, tampoco
tuvimos de regalo ni una caja de bombones. Reconozco que aquel no fue el día
más feliz de mi vida. Me quedé con la inmensa pena de no haberme podido montar
en un tranvía. Ya ven, qué cosas.
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