Ángel Fernández
Millán, en El Correo de Andalucía, hace referencia al agravio ferroviario
andaluz. Como se puede comprobar, Teruel no es el único caso de malas
comunicaciones peninsulares por ferrocarril. Fernández señala: “Desde hace
meses el trayecto ferroviario de Sevilla a Granada y Almería se hace en tren-bus, un tren de media distancia
deja al viajero en la estación de Antequera-Santa Ana y un autobús le traslada
por carretera hasta la estación de Renfe en la capital granadina, donde otro
tren le espera para llevarle hasta Almería. Hasta Granada son tres horas y
veintitrés minutos y cerca de cinco horas hasta el destino final almeriense”.
Vamos, como en el coche de san Fernando, un ratito a pie y otro andando. Por
Fernández, de afilada pluma, me enteré a finales del año pasado que desde
diciembre de 2015 estaban prohibidas las misas de cuerpo presente en los
tanatorios de la provincia de Sevilla, por un
decreto del Arzobispado que fijaba la parroquia del difunto como el
lugar más apropiado para las exequias fúnebres. Por Fernández supe, también,
que sólo existen tres restaurantes en Andalucía “acústicamente amables” (Noor, en Córdoba), Juan Moreno, en la almeriense Vera, y El Ático, en el pueblo malagueño de Gaucín, y ninguno de
Sevilla). Por Fernández siempre he sabido cosas que ignoraba. Pero lo peor de
todo ello, --refiriéndose Fernández a la desigualdad de inversiones
territoriales de Renfe-- es que la conexión con el occidente andaluz en el tren-bus no es accesible a las personas
con sillas de ruedas. Por eso contaba yo el otro día que la promesa de Iñigo de la Serna de invertir 333
millones en la mejora de la línea férrea Zaragoza-Teruel-Sagunto, de aprobarse
por el Club de los Viernes, no será por favorecer los desplazamientos de los
turolenses sino por una exigencia del holding
francés del automóvil y sus previstos envíos desde Figueruelas hasta el puerto de
Sagunto.
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