martes, 4 de abril de 2017

Ángel Fernández Millán





Ángel Fernández Millán, en El Correo de Andalucía, hace referencia al agravio ferroviario andaluz. Como se puede comprobar, Teruel no es el único caso de malas comunicaciones peninsulares por ferrocarril. Fernández señala: “Desde hace meses el trayecto ferroviario de Sevilla a Granada y Almería se hace en tren-bus, un tren de media distancia deja al viajero en la estación de Antequera-Santa Ana y un autobús le traslada por carretera hasta la estación de Renfe en la capital granadina, donde otro tren le espera para llevarle hasta Almería. Hasta Granada son tres horas y veintitrés minutos y cerca de cinco horas hasta el destino final almeriense”. Vamos, como en el coche de san Fernando, un ratito a pie y otro andando. Por Fernández, de afilada pluma, me enteré a finales del año pasado que desde diciembre de 2015 estaban prohibidas las misas de cuerpo presente en los tanatorios de la provincia de Sevilla, por un  decreto del Arzobispado que fijaba la parroquia del difunto como el lugar más apropiado para las exequias fúnebres. Por Fernández supe, también, que sólo existen tres restaurantes en Andalucía “acústicamente amables” (Noor, en Córdoba), Juan Moreno, en la almeriense Vera, y El Ático, en el pueblo malagueño de Gaucín, y ninguno de Sevilla). Por Fernández siempre he sabido cosas que ignoraba. Pero lo peor de todo ello, --refiriéndose Fernández a la desigualdad de inversiones territoriales de Renfe-- es que la conexión con el occidente andaluz en el tren-bus no es accesible a las personas con sillas de ruedas. Por eso contaba yo el otro día que la promesa de Iñigo de la Serna de invertir 333 millones en la mejora de la línea férrea Zaragoza-Teruel-Sagunto, de aprobarse por el Club de los Viernes, no será por favorecer los desplazamientos de los turolenses sino por una exigencia del holding francés del automóvil y sus previstos envíos desde Figueruelas hasta el puerto de Sagunto.

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