Kim Jong-un
acaba de lanzar un órdago a los Estados Unidos, amenazando con la guerra
nuclear. Ese tipo tiene más peligro que un mono con una ametralladora. Días
pasados, con motivo de la exhibición militar conmemorativa del 105 aniversario
del fundador del país,
Kim Il-sung, se pudieron tomar imágenes
de unos misiles intercontinentales de mucho cuidado. Supongo que no serian de
cartón-piedra. Pero el mundo civilizado, lejos de ponderar tal bravuconada, ha
preferido aprovechar estos días festivos descansando en las playas o viendo
procesiones, que también es un acto de contrición. Ese niño gordo aberrante, en
palabras del senador americano
McCain,
necesitaría, además de cambiar de peluquero, que le metieran por el ojete, como
medida precautoria y sin ánimo de molestar, unos chiles habaneros para que
dejase de decir tonterías y echase a correr hasta el paralelo 38 como alma que
lleva el diablo. Ya lo dijo
Francisco de
Quevedo:
“Pero ¿cuándo por el pacífico y virtuoso ojo del culo hubo
escándalo en el mundo, inquietud ni guerra?”. El tirano Kim Jong-un pretende
que
Donald Trump se cague de miedo ante sus amenazas. Pero el repeinado Trump,
que tiene buen peluquero y acaba de tirar de la cadena para arrastrar la “gran
bomba” contra los
yihadistas, parece
estar tranquilo y con el vientre exonerado:
“Cual
trueno, el caldo resonar se siente / en mi buche; se sigue un estallido, / y en
voz baja un papar; luego despedido / un pappappar ruidoso; y finalmente / con un pappappappar alborotado, / hago la
caca, y quedo sosegado”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario