El sagaz periodista José Luis Trasobares, desde hace años
escapado del redil de ese Management
Zaragozano de la Tinta
y la Espada
con olor a naftalina entiende, también
lo entiendo yo de forma parecida, que “a la capital aragonesa le puede su alma
campesina, y allí busca señas de identidad. Por eso, creo yo, Aragón TV
programa a diario jota, ruralidad y un tratamiento de los temas sencillo y
campechano que predomina por encima de espacios más sofisticados y rompedores.
Claro, los mayores acontecimientos cesaraugustanos tienen que ver con
procesiones, ofrendas de flores, aguantar sentado en La Romareda partidos de
Segunda y salir al Centro los fines de semana (o a las carpas durante las
fiestas). No hay ningún evento cultural propio que destaque. La gastronomía es
(salvo excepciones) muy ramplona. La gente viste bien, pero con notable
contención. En general, los ricos no compran cuadros y las clases medias leen
poco... Eso sí, se vive, bien y tranquilo. El personal desborda cordialidad. Un
simpático pueblo grande”. Yo difiero con él en algunas cosas: la gente no viste
bien y los ricos, la First Class, son como esos regalos a los que todavía no
se les ha quitado el lazo y el celofán. Por otro lado, la Televisión local ofrece
“ruralidad” por la simple razón de que es más barato presentar performances
improvisados, en los que ciudadanos de
pueblos donde nunca sucede nada son los protagonistas de no sabemos qué,
que montar platós con mucho neón y fichar a gente del espectáculo con caché. Esas
aventuras cuestan dinero y el espectador no las agradece. A la gente de estos
secarrales le gusta que su pueblo aparezca en la prensa o en la televisión
aunque sea por motivo de una granizada, o porque un vecino aparezca cantando
una jota. El éxodo del medio rural a las grandes ciudades durante el
Desarrollismo dejó secuelas, como la hepatitis. Trasobares es un hombre sagaz
al que no conozco en persona. Y bien que lo siento.
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