Juan Joaquín Bañolas (1882-1930) fue
un empleado de Correos en Caspe que escribió infinidad de cuentos de trazo
costumbrista y que colaboró en El
mercantil, El Guadalope y Heraldo de Aragón. Muchos de esos
relatos los recopiló en dos libros: El
rincón del fuego (1924) y La fuga de
las brujas (1925). En su relato El
apego a la vida, describe que un médico amigo suyo decía que las gentes de
nuestros pueblos aragoneses resumían en cuatro las enfermedades de los adultos:
pasmos, sustos, debilidades y ardores. Y para combatirlas no tenía más fe que
las medicinas de los cocimientos, los ladrillos calientes y los talegos de
patatas asadas, como sudoríficos; las sangrías para sacar la mala sangre; los huevos “regiraus”, el
caldo de gallina, la almendrada, los esponjados y los bizcochos, para
fortalecerse; y las horchatas y claras batidas, como refrescantes. En cuanto a
reconstituyentes, no se deberían administrar otros que las costillas asadas,
las presas fritas y el vino rancio. Cuando el enfermo se atrevía con el
“verduraje”, el vino tinto y el pan correoso, ya estaba bueno.
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