José Manuel García
Margallo manifestó, cuando todavía era ministro de Exteriores en funciones,
lo siguiente: “hace mucho frío fuera de la Unión Europea y
tenemos que aceptar la soberanía conjunta [en referencia a Gibraltar] porque si
no lo aceptamos será un mal negocio y quedaremos fuera del mercado único”. Fabián Picardo se subía por las paredes. No hace falta recordar que en
abril de 1980, siendo ministro de Asuntos Exteriores Marcelino Oreja, el Reino Unido y España firmaron la Declaración de Lisboa, un documento de seis puntos
en el que ambas naciones expresaron su deseo de resolver sus diferencias
mediante la negociación. Y hoy, José María
Carrascal, en ABC, comenta que
“Gibraltar no vale una guerra. Los gibraltareños dicen que quieren
ser británicos y europeos. Hasta ahora era posible. En
adelante no va a serlo. Tienen que elegir. En cuanto a los ingleses, sabemos
que lo primero, lo segundo y lo tercero para ellos son sus intereses, luego,
los de los demás. Y eso es precisamente lo que más temen los gibraltareños,
aunque no lo digan, y los españoles con intereses en la colonia, que tampoco lo
dicen”. Y ahora Fabián Picardo también
se sube por las paredes. Es la viva expresión de lo que por estos pagos se
define como la mona de Gibraltar. España se enfrenta ahora a dos monas: la mona
de Gibraltar y la mona de Pascua, la catalana, hecha en moldes de hojalata. La
mona de Pascua, sobre la que se hizo una gran exposición en 1904 en el parque
de La Ciudadela,
es más fácil de digerir, porque las apariencias engañan. “Ir a buscar la mona” tenía su ritual:
el niño ataviado con su mejor indumentaria se desplazaba a casa de su padrino
para recogerla. El Domingo de Resurrección el padrino regalaba la mona a su ahijado desde los dos a los
doce años, edad en que se solía hacer la primera comunión. Encima de la mona se
chocaban huevos duros en cantidad igual a la edad del ahijado. El problema de España no es de
ninguna de las maneras el problema de Cataluña, que es lo más parecido a un
esperpento valeinclanesco. No habrá desconexión posible ni importa conocer quién tiene los huevos más gordos, y todos bailaremos el fox-trot en
la misma velada, unos agarrados y otros sueltos. Lo demás es hablar por no
callar.
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