La fórmula que propone el exministro de Exteriores García-Margallo de crear un “comité de hombres sabios independientes”,
que juzguen las actitudes de los miembros de un partido cuando existan inicios
de corrupción, me parece tan desacertada como intentar ganar una guerra
disparando corchos atados con una cuerda. De ser así, ¿para que existen los
tribunales de Justicia? Proponer crear un comité de sabios para tales
menesteres contra unos sinvergüenzas que
se las saben todas es labor que sólo se le ocurriría, si acaso, al que asó la
manteca. García-Margallo señaló, además, en un reciente encuentro con los
empresarios de Zaragoza, que la corrupción que se está produciendo en este país
es “transversal” y “especialmente dolorosa”. Pareciera que
se estuviese refiriendo a las dolorosísimas inyecciones de “hepal-crudo forte” que me ponía en Lugo el practicante Pontide siendo yo un niño flacucho, o a
la pésima estocada a un astado durante
los festejos isidreros y que requiriese el uso de verduguillo al maltratado
toro repuchado en tablas. ¿Qué es eso de un comité de sabios independientes?
¿Acaso se refiere García-Margallo a los descendientes directos del doctor Franz de Copenhague? También
dijo a los empresarios que Mariano Rajoy
ya ha puesto en marcha “una batería de
medidas sin precedentes”. García-Margallo, ahora convertido en tertuliano
habitual de la televisión de los curas, debería pensar lo que dice. Esperar a
que don Tancredo solucione los
problemas del corrupto partido que él preside es como tener fe ciega en que
montados sobre un tiovivo podamos volar a Buyumbura.
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